febrero 25, 2014

DESCONFIANZA EN LOS BANCOS

La crisis que empezó en 2008 puso en evidencia las limitaciones de los Gobiernos, aunque la reputación del sector bancario fue la más afectada.

En los últimos años las entidades financieras, prevaliéndose de su posición dominante, han generalizado la contratación de productos de riesgo entre sus clientes, véase por citar algunos, los swaps o permutas financieras, preferentes, subordinadas, cláusulas abusivas, así como intereses moratorios excesivamente altos, comisiones ilegítimas, etc.

Dichos productos han ocasionado un grave perjuicio a los intereses de los consumidores, entendiendo por consumidor “las personas físicas o jurídicas que actúan en un ámbito ajeno a una actividad empresarial o profesional” conforme al art. 3 del Real Decreto legislativo 1/2007, de 16 de noviembre, por el que se aprueba el texto refundido de la ley general para la defensa de los consumidores y usuarios y otras leyes complementarias.

La finalidad de las cláusulas abusivas impuestas por los bancos, es la limitación de los derechos de los consumidores en beneficio de la entidad bancaria. Tomemos como ejemplo las cláusulas suelo, tema muy controvertido y de gran actualidad. El imponer en determinadas circunstancias la aplicación de un tipo fijo cuando el consumidor ha optado en la remuneración de su hipoteca por un índice variable es un mecanismo fraudulento, empleado por las entidades para eludir el descenso de sus beneficios ante bajadas de tipos de interés, apartándose de las directrices que marca el mercado y repercutiendo el riesgo empresarial al consumidor. Ninguna de las partes en la relación contractual, pero, en especial, por razones obvias, la entidad financiera, debe influir, controlar o intervenir, aunque sea indirectamente, en su determinación o fijación, porque ese tipo de actuaciones incurrirían en la prohibición del artículo 1.256 Cc.

Como consecuencia de lo anterior, las entidades bancarias en lugar de cubrir las pérdidas con activos adicionales, transfieren el riesgo a sus clientes, trastocando el orden público económico.

Visto lo anterior, no es difícil entender por qué el consumidor, recela de su banco y no lo recomendaría a ningún familiar o amigo.

Esta situación debería hacer pensar a los bancos cómo recuperar la confianza en sus clientes, y ésta no pasa precisamente por ofrecer intereses abusivos, por cobrar comisiones, o comercializar productos complejos disfrazándolos con una rentabilidad muy alta y garantizando el capital principal en un 100%, esto es, sirviéndose de explicaciones, u omitiendo información, de forma que el consumidor con una nivel de educación financiera medio no alcanza a comprender en su totalidad.

¿Hasta cuándo?

Teresa Díez Ruiz de Alda

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